El Blog de Vivien Mattei

Un espacio para compartir

Nochebuena — diciembre 24, 2023

Nochebuena

Era en la calle Tricoche. La casa ya no existe. Dos ancianos y mi tia Celeste que los cuidaba. La casa de madera alquilada, ya muy deteriorada, tenia un balcón con balaustres. La sala terminaba en un pequeño mediopunto seguido por el pasillo que conectaba los tres dormitorios y el amplio comedor donde nos esperaba la abuela en su inseparable sillón. Chirreaba el piso cubierto con linóleo, según corríamos por lo que nos parecía un largo camino hasta encontrarnos los viejos.

El abuelo había ido temprano, a pie, a la Plaza del Mercado a comprar las golosinas típicas, que ahora ofrendaba a la familia sobre la inmensa y vieja mesa, con mantel de hule floreado, repleta de nueces, avellanas, dátiles, dulces, queso de bola, panas y lerenes.

También nos había comprado estrellitas, que solo nos dejaban prender en el balcón o la acera por miedo a que una chispa incendiara la vieja estructura. De vez en cuando, un puñado de niños pobres pasaba por la calle y se detenían a cantar villancicos a cambio de unas monedas.

En la tarde, anticipando la Noche Buena, comenzaba la espera del entonces poco frecuente peregrinaje de los parientes que vivían en San Juan. En esos tiempos bajaban a Ponce por la Piquiña, algunos en carro público, en una tortuosa travesía de mas de tres horas, apiñados en un auto repleto de ansiedades.

La mas esperada por los mas pequeños era la prima Irma, una fea solterona de sabrá Dios cuantos años, que era el alma de la fiesta. Sandunguera, alegre, gritona, cariñosa. Era mi imagen de la Navidad, muy por encima de Santa Claus. Murió sola y deprimida años después… y con ella un pedazo de nuestro ritual familiar.

Era la época en que los abuelos unían la familia, cual núcleo poderoso y ceremonioso. La Noche Buena y la Noche Vieja no eran negociables. Había que estar allí. Los tíos, primos, sobrinos, nietos… Si alguno tenía planes, como los católicos que no se perdían la Misa del Gallo, tendrían que cumplir con la familia antes que con el Señor.

La reunión no era obligada, pero todos sabíamos que teníamos que estar. Lo queríamos. Lo necesitábamos. Esos rituales nos formaron. Y sin saberlo, aprendíamos del Amor, la solidaridad, la diversidad. No eran valores impuestos, sino vividos, apreciados y aprendidos.

Y así iban llegando por filtración, los Colón Fazzi, los Lopez-Cepero, los Pérez Colón, los de La Loza, el Tío Bertito y Titi Blanca con sus respectivas familias, Titi Estela y su inseparable Vega, un don que siempre vestía como dictador latinoamericano, con su traje blanco y sombrero. Y entonces… los míos, los Mattei Colón. Los Mattei de Yauco celebraban más el Día de Reyes. Pero la Noche Buena, era de los Colón Toscano.

Que muchas buenas noches viví de niña! Los dos abuelos murieron en Navidades. Sus velorios fueron las últimas reuniones familiares en la vieja casa que recuerdo. Pero cada Noche Buena vuela mi espíritu a la casona de la Tricoche. Y escucho los aguinaldos de los nenes de La Cantera, y siento el centelleo de las estrellitas y el revoloteo del los primos y la alegría de la prima Irma y su emblemático «Happy New Year» amenizado con un estridente ziquitraque.

Apenas existen fotos de esa época. No había vídeos ni redes sociales para compartir públicamente esos recuerdos. Bastaba con una mente y un corazón que sabían atesorar y recordar los buenos momentos.

Hoy, alejados en la distancia y en las preocupaciones, en las ideologías y religiones, acercados por la tecnología, con los abuelos y tíos ausentes, con la vieja casa destruida, dejemos que la imaginación nos devuelva la inocencia y el compartir sin otro regalo que el amor familiar, que era lo que verdaderamente hacia de esta una Buena Noche.

¡Feliz Navidad!

Redactado originalmente el 24 de diciembre de 2014.

Alberto Colón y María Toscano, mis abuelos en la casa de la calle Tricoche.
Desesperanza — septiembre 3, 2023

Desesperanza

He sido invitada a compartir una reflexión personal en un encuentro comunitario sobre la esperanza, un concepto que tradicionalmente se cree que estimula el buscar un camino positivo, hacia unas circunstancias mejores que las actuales.

La desesperanza aplaca los ánimos cuando se percibe que las cosas no van bien, que no encontramos salida a una realidad imperfecta, atemorizante o simplemente injusta.

A diario vemos la desesperanza en los rostros y actitudes de vecinos, amigos, ciudadanos que de formas diversas nos muestran su frustración y desanimo al percibir que no pueden cambiar sus circunstancias.

Particularmente, ante los retos que el país actualmente enfrenta en lo político, social y económico, muchos se sienten impotentes y desesperados, provocando que aquellos que quieren y pueden, busquen en otros horizontes lo que desean encontrar, dejando atrás familia, comunidad, patria.

El concepto de la esperanza como un valor positivo para soñar algo mejor, surge a flor de piel como apoyo emocional, para mantener el ánimo.

Pero esa visión estimulante y positiva de la esperanza no siempre resulta así. De hecho, el conocido mito de la Caja de Pandora que con frecuencia se usa de referencia como metáfora de tiempos turbulentos, nos presenta otra cara de la esperanza.

Según esta mítica historia de la antigua Grecia, los dioses del Olimpo encerraron todos lo males, desgracias y sufrimientos en un ánfora y lo entregaron a una virtuosa mujer con las instrucciones específicas de nunca abrirla. Pandora, llamada así por haber sido creada con todos los dones, no pudo aguantar la curiosidad y violando la advertencia, abrió el recipiente, desatando los males que nos han aquejados desde entonces a toda la Humanidad.

Solo uno de estos males quedó en la caja cuando ella se percató del contenido. Fue la esperanza, que evidentemente había sido lo primero que los dioses habían encerrado para proteger a los mortales de sus consecuencias.

¿La esperanza como un mal? Pero si siempre la vemos como un estimulo para seguir y alcanzar lo deseado. La esperanza es lo que nos mantiene las expectativas de que podemos mejorar ya sea la salud, las relaciones, las condiciones de vida y la convivencia social justa. Entonces, ¿cual es ese mal que según el mito griego constituye la esperanza?

Citando al psicólogo Álvaro Morales en su ensayo ´La desgracia de la esperanza´, nos dice: ¨para los griegos la esperanza no era un regalo, más bien era otra desgracia, ya que esperar es estar siempre en falta de algo, es carecer, es desear lo que no se tiene, es estar insatisfecho. Se espera por lo que no se tiene, y esto hace consciente la carencia.¨

La lógica y moraleja detrás de esa historia es que el solo mantener la esperanza, puede llevar a un pensamiento ilusorio de que las cosas sucederán de forma espontánea, sin necesidad de luchar por ellas.

La esperanza eleva el ánimo, pero solo debe ser una guía de las aspiraciones que deben gestionarse para ser alcanzadas.

Yo llamo optimismo mágico el pensar que las cosas buenas pasarán sin que hagamos algo al respecto. Y como en el mito griego, considero que le esperanza puede ser un lastre si solo la imaginamos y no evolucionamos con nuestros actos hacia alcanzar ese objetivo ansiado. Tener la esperanza de contar con buena salud, sin atender nuestros estilos de vida, es un mal pues conseguirás lo contrario a lo ansiado.

Tener la esperanza de que nuestra sociedad será más justa sin actuar conforme a ello, igualmente es un mal, porque nos aquieta en un pensamiento ilusorio con expectativas de que otro resolverá. Y si todos pensamos así, la esperanza se convierte en esa terrible cosa que los dioses pretendieron encerrar para siempre.

La esperanza puede atentar contra el cambio. Puede ser el peor de los males cuando es usado para el control social. Cuidado con las falsas esperanzas que buscan solo hacerte sentir bien con la ilusión de algo mejor. Cuidado con los que te piden que te tranquilices, que todo estará bien, pues buscan tu inacción para seguir controlándote.

Es probable que tu fe no se basa en las antiguas mitologías de los dioses griegos, pero mantenemos de otras creencias muchas frases de gran sabiduría que igualmente nos advierten que el solo esperar no es suficiente. ¨Ayúdate que Dios te ayudará ¨ es una de esas que de forma simple advierten que la esperanza siempre va ligada a la acción. Solo esperar sin hacer que las cosas cambien, se convierte en una maldición, pues no sucederán.

Hay que definir la meta y analizar sus consecuencias, entonces planificar y actuar solidariamente hacia alcanzarla. Podremos modificarla en el camino según vamos aprendiendo y compartiendo ideas y experiencias.

La esperanza es solo parte del objetivo que puede ir cambiando, según nuestras capacidades y circunstancias. Es útil cuando ayuda a buscar consenso y en verbalizar lo que queremos y esperamos, pero es un gran mal si la vemos solo como objetivo sin acciones concretas.

La sola esperanza no resuelve mágicamente, como tampoco lo hace el mero pensamiento positivo. Hay que trabajar el camino y enfrentar los retos para alcanzar eso que esperamos. Esperanza es el acto de esperar. Pero para llegar, hay que hacer.

¿Que esperas? De ti, de tu familia y allegados, de tu comunidad, de tu patria? ¿Cuál es la esperanza que te guía a visualizar circunstancias mejores? Solo si luchas para conseguir lo que esperas, la esperanza se convierte en algo positivo.

2 de septiembre de 2023

Ponce, Puerto Rico

Faro Isla de Mona, 1988 Foto Vivien Mattei
Asamblea Anual Consejo Comunitario de la Altura, Bo. Guaraguao, Ponce, PR septiembre 2023

Mañanitas — diciembre 11, 2022

Mañanitas

A principios de los 80s, recién comenzaba en WPAB haciendo un programa diario llamado Aquí mi pueblo, en el cual hacia entrevistas y reseñaba temas culturales.

Una madrugada de un 12 de diciembre, tuve la curiosidad de acompañar a un puñado de mexicanos devotos de la Virgen de la Guadalupe a cumplir su promesa de cantarle las mañanitas a la Patrona. Llevaban par de años haciéndolo. Algunos estaban en Ponce trabajando en la construcción de la represa de Maragüez.

Caminé con ellos esa madrugada con mi grabadora de casette a lo largo de la Calle Isabel hasta la Catedral y en la tarde transmití por la emisora un rústico pero emocional recuento, compartiendo con la audiencia las entrevistas y sonidos del íntimo homenaje a la virgen. Muchos desconocían del ritual de estos mexicanos residentes en nuestra ciudad.

Al año siguiente, se incorporó al programa mi compadre Luis Penchi y coordinó que transmitiéramos en directo con el apoyo del inolvidable Willy Batista. Lo demás es historia.

Hoy miles acompañan al mariachis a celebrar la Guadalupana y cantarle Las Mañanitas culminando en una emotiva misa cantada y oficiada por el obispo.

La Bata Blanca — junio 14, 2022

La Bata Blanca

Discurso ofrecido el primero de abril de 2022 ante la clase doctoral de Medicina Naturopática de la Universidad Ana G. Méndez en Gurabo, Puerto Rico.

WHITE COAT CEREMONY 4/01/2022

El acto que celebramos hoy, la investidura de la Bata Blanca, es una ceremonia llena de emotividad y simbolismo que representa el compromiso de cada estudiante, y un paso adelante en sus vidas y las de sus familias.  Es un acto tradicionalmente familiar pues pretende fortalecer el honor y orgullo de los allegados al estudiante, pero igualmente les advierte a estos sobre la necesidad de apoyo y comprensión que esta nueva etapa de su entrenamiento requiere.  

Es lo que en Sociología llamamos un rito de paso, o sea, un ritual que el grupo social define para marcar el avance de un practicante en una nueva etapa y rol en la sociedad.  Ya sea la competencia que una tribu impone a sus varones adolescentes para marcar el paso a la adultez, o la graduación de un grado doctoral, el rito de paso marca la culminación de un proceso preparatorio y certifica que se está listo para emprender una nueva etapa de vida donde se ejecutarán funciones para las que ya se está capacitado.

En vuestro caso, ustedes han completado un proceso educativo formal e intenso en Ciencias Básicas y los fundamentos de la Medicina Naturopática. Además, han revalidado en una prueba estandarizada, lo que les permite ahora comenzar el entrenamiento práctico y clínico, con la responsabilidad que conlleva atender las necesidades de un paciente. La bata blanca y corta, les identifica como estudiante de medicina en entrenamiento clínico, pero su simbolismo representa, además que son dignos de la confianza del paciente, vistiendo el atuendo antiséptico y tradicional típico de un sanador profesional en formación.

Pero no siempre fue blanco el atuendo que identificaba a los médicos. Hasta finales del siglo 19, se asociaba la vestimenta de un médico, al igual que de los sacerdotes, con el color negro. Este simbolizaba la seriedad y formalidad con que se establecía la relación con el paciente. Para ese entonces, la práctica de la medicina era muy distinta y con frecuencia, cuando el médico era llamado a atender un paciente, ya este estaba muy avanzado en su enfermedad y probablemente le quedaba poco de vida.  Así que esa negrura en el vestir también podía representar lo triste y lúgubre del final de la vida.

No fue hasta la última década del siglo 19, que se popularizó en Norte América una pintura de arte victoriano que por primera vez representaba a un médico practicando una cirugía, en la cual tanto él como sus asistentes lucían batas blancas. La idea detrás de la obra era mostrar la diferencia entre la práctica médica deseable, y otras modalidades de sanación no convencional y poco confiables, comunes en esos tiempos.  Para esa misma época, se publica una fotografía que igualmente representaba al profesional de la medicina con batas blancas, destacando lo antiséptico de la práctica. La profesión acogió como deseable la nueva imagen del médico.

En la década siguiente, con la entrada de un nuevo siglo, se experimentó una transformación en la medicina convencional y por consiguiente en la educación médica, enfocándose ahora en la experimentación, trabajo de laboratorio y enfoque biomédico, lo cual se comienza a asociar y popularizar con la vestimenta que hoy nos ocupa. Mas no fue hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, a mediados del siglo 20 que se estandariza la vestimenta de batas blancas para identificar a los profesionales de la salud.

Sin embargo, el uso de la bata blanca para identificar particularmente a los estudiantes de medicina y la celebración de un ritual como el que hoy disfrutamos es mucho más reciente.  Para la década del 1980, en escuelas de medicina en Chicago y Nueva York, la facultad comienza a quejarse de la informalidad en la vestimenta con que los estudiantes acudían a sus cursos y clínicas. Fue en ese momento donde se decide usar la bata blanca, similar a la de los doctores, pero más corta, para destacar la importancia de lucir profesional y confiable al momento de atender los pacientes.  Se estableció el lema “viste la bata blanca y compórtate de forma apropiada”, convirtiendo este atuendo en un símbolo de los más altos estándares de la profesión médica.

Así es que hoy, ustedes entran a un privilegiado, pero extenso grupo de jóvenes estudiantes de medicina que han decidido completar un entrenamiento clínico para dedicar su vida al bienestar de los demás.  Sin embargo, al haber escogido la medicina naturopática sobre la medicina convencional, añaden a su entrenamiento la larga historia de la humanidad en la práctica de la sanación basada en la armonía con la naturaleza.

Si bien a lo largo de la historia humana el uso de remedios naturales prevaleció como la forma de combatir la enfermedad hasta el desarrollo más reciente de la medicina convencional, su función en estos tiempos, como médicos naturopáticos, representa lo mejor de ambos mundos:  el conocimiento ancestral de sanación natural y la sofisticada investigación biomédica con que contamos en la actualidad.

La evolución de la medicina naturopática nos ha traído a un momento histórico en que se valida científicamente una trayectoria de terapias naturales, comprensión holística del ser humano y la promoción de la auto sanación, incorporando la tecnología e inteligencia de la experimentación clínica formal.  Mientras la industria biomédica va avanzando en el desarrollo de nueva farmacología y terapias cada vez más costosas, la medicina naturopática nos recuerda la importancia de mirar a lo esencial, a la integración natural, al cuerpo capaz de auto-sanarse, si cuenta con la guía y apoyo de un profesional médico con el conocimiento y la sensibilidad de comprender esa necesaria armonía.

Es evidente que, aún con todo el prestigio y avances que ha alcanzado la medicina convencional, cada vez más personas buscan alternativas para la prevención y curación.  Crece en nuestra sociedad la desigualdad en el acceso a los servicios de salud convencionales, por los aumentos en los costos de medicamentos y terapias, la intervención mercantil de los planes médicos en la atención clínica y el éxodo de médicos especialistas buscando mejores condiciones económicas. Esto constituye un problema de salud pública, pero a la vez estimula la búsqueda de otras alternativas en salud. 

Actualmente, más ciudadanos optan por la prevención, haciendo cambios en la alimentación, actividad física y estabilidad mental.  Más y más se van dando cuenta que aquellos remedios caseros o aquel concepto de que el médico chino curaba todo, tenían una base científicamente evidenciable.  Y ese es el espacio que habrán de ocupar ustedes en nuestra sociedad.

Como madre de una integrante de esta clase, me resulta motivo de satisfacción ver cómo, luego de completar sus estudios de ciencias básicas en una excelente escuela de medicina convencional, mi hija decidió cambiar a la medicina naturopática.  Sin duda, esta rama de la salud es más consistente con nuestra visión de vida y nuestra aspiración para una sociedad más justa y saludable.

El cambio nos ha permitido conocer a fondo la calidad de profesionales que en la isla ya cuentan con su Doctorado en Medicina Naturopática.  Nos ha permitido conocer la excelencia y compromiso de la facultad de esta escuela graduada.  Y conocer el compromiso y solidaridad de ustedes, estudiantes, quienes no solo han enfrentado el reto de sus cursos intensos, y de los compromisos personales que cada cual mantiene, sino que se han comprometido con el presente y futuro de la Naturopatía en Puerto Rico, asumiendo un rol activo en procesos de política pública para hacer valer sus derechos y defender la salud del pueblo.

A sus padres y compañeros de vida, les exhorto a involucrarse en este proceso y apoyar a estos estudiantes en su carrera universitaria, que tantos sacrificios representa.  Es necesario que estemos ahí para ellos, porque no es fácil la educación médica y la carga emocional que representa los retos relacionados, sobre todo en un mundo donde la incertidumbre es la orden del día.

Hoy al recibir su bata blanca, cada uno de ustedes reafirma su deseo de educar a la sociedad sobre el beneficio de la prevención basada en el conocimiento del cuerpo y la naturaleza. Valida que ha entrenado como cualquier otro médico en la medicina alopática, pero que conoce más allá de lo que es capaz un ser integrado en cuerpo, mente y espíritu, en armonía natural.

Ustedes serán más que un médico que en la privacidad de un consultorio atenderá las dolencias de un cuerpo enfermo.  Serán quien guíen a cada paciente en un proceso de vida, que le permita tomar control de su estabilidad física y emocional, igual que su responsabilidad consigo mismo y con su ambiente, para forjar paso a paso una mejor calidad de vida para todos.